Wow! Apenas es martes. Anoche fue tan intensa que creí que ya habían pasado muchos días. Pero no, apenas es martes. Ayer, antes de ir a comer me escribió O para preguntarme qué iba a hacer a las 7.30 y le dije que a esa hora iba camino a casa. Me dijo que iba a ver a unas personas interesadas en el Fiat rojo en Plaza Delta y que si quería acompañarlo. Le dije que sí. Pasó por mí y fuimos. Nos hicimos un poco bolas, pero finalmente llegamos. La transacción no se tardó gran cosa. La pareja interesada en ver el carro llegó, lo vio por fuera, por dentro, dimos una vuelta para que lo sintieran y se convencieran y se convencieron. La chica estaba feliz porque el carro era para ella. Y la verdad es un buen carro, está muy bonito y O lo tiene muy bien cuidado e impecable. Hasta me dieron ganas de comprarlo a mí. O estaba feliz de por fin haberlo vendido. Nos fuimos a cenar porque ni siquiera había comido él. Me daba la mano y me tomaba del brazo y me dio uno que otro besito. Fuimos a comer a La Pequeña Burguesía donde habíamos ido a cenar un par de veces. Pedimos una hamburguesa y una ensalada para compartir y devoramos.
Bueno, él siempre devora, ahora yo también. Estaba hambrienta. Hablamos y hablamos y hablamos; nos quejamos, nos reímos, intercambiamos datos de las hijas, las madres, los gatos y cuanta madre. Nos divertimos mucho. Me dijo todo lo que quiere hacer antes de morir y está muy loco porque es muy joven. Trae este trauma de morir joven por su hermano. Hay un aire de nostalgia tan vulnerable y enternecedor.
Gosh! Creo que me estoy enamorando y eso no está padre. No me gusta sentirme vulnerable y dependiente. Pero al mismo tiempo...
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